06 marzo 2020

NOMS DE DONES DE QUART (8 de març 2020)




A propósito del 8 de marzo y su especial significado, en Memòria de Quart ya se han publicado otros años consideraciones y nombres que en este 2020 se deben reiterar, para honrar la memoria de mujeres, notables o anónimas, que además de patrimonio de la historia de Quart de Poblet, lo son de la del progreso en favor de la igualdad (sin la cual es inconcebible la libertad y la democracia).

Esta es una historia que posiblemente se pierde en el patriarcado neolítico pero que en nuestro caso, en MdQ, tiene su primer nombre en el de Axus, una vecina de principios del siglo XIV, que conocemos gracias a Rafael Valldecabres Rodrigo. Axus, una mujer de religión musulmana, viuda de Edam, fue juzgada y sentenciada a muerte por el cadí de Quart, Ali Abençor, que la condenó por adulterio y fornicación interpretando la Suna (compendio de leyes inspiradas en la tradición), y con el visto bueno del Baile General del Reino y su lugarteniente en la morería de Valencia. Fue un hombre cristiano, fray Ramón de Ripoll, mayoral de Quart, quien defendió la improcedencia de la condena de Axus, apelando a la viudedad que dejaba sin efecto el adulterio, y argumentando la vulneración jurisdiccional que la aplicación de dicha sentencia suponía para el poder territorial que él representaba. Su defensa admitía, como mal menor, que Axus “sólo” recibiera cien azotes. No era la iglesia cristiana a la que el mayoral pertenecía mucho menos opresiva y machista que el islam. Posiblemente la defensa que fray Ramón hizo de Axus respondía más a disputas feudales, que a razones de pura humanidad. Pero no negaremos su protagonismo, cuando el 28 de noviembre de 1310 reclamaba justicia, contando con el testimonio favorable de nuestros vecinos Bernat de Arenós, Blascho Pérez, Ramon Thomas y Simon de Montsó. 

La democracia ha sido un bien escasísimo en la Historia, y el yugo del patriarcado muy pesado incluso en esas contadas ocasiones en las que se han reconocido derechos y libertades fundamentales. Cuenta Coll Ferrer que durante la II República “la sociedad que formaban los ciudadanos de la Derecha era muy cerrada; las jóvenes estaban muy vigiladas y muy coartadas en sus manifestaciones, no había espontaneidad y vivían ocultando siempre sus deseos; no se expansionaban ni podían expresarse con libertad, como lo hacían las muchachas del sector republicano”. Añade no obstante Coll Ferrer que esas jóvenes “al salir del templo el domingo por la tarde (…), a escondidas y guardándose en el pecho el crucifijo que llevaban colgando al exterior para manifestar y hacer ostentación del campo en el que militaban, subían al Centro Izquierda Republicana para bailar con los jóvenes”. Es evidente por tanto que el marco de libertades instaurado por la II República no obligaba a bailar; simplemente a poder hacerlo si así se deseaba. Pero también significa que en ocasiones son los convencimientos propios los que determinan el ejercicio de las libertades, y no sólo el marco legal en el que pueden ejercerse.

A principios del siglo XX, en Quart de Poblet había poco más de una docena de empresas; entre ellas la Fábrica de la Seda, situada en principio en la calle de la Vega, donde trabajaban mujeres solteras. Pero según Cento Sancho “el quefers de les dones” eran principalmente “les faenes de casa”, mientras que para los hombres era el trabajo asalariado o por cuenta propia. No se trataba para las parejas de una simple división del trabajo; era también un estado de dependencia para la mujer, que sin ingresos propios veía limitadas sus posibilidades individuales. 

La II República reconoció en su Constitución el derecho al voto de las mujeres, instaurando el verdadero sufragio universal, que había sido reconocido por primera vez en Australia (1902), y legisló en mucha medida a favor de la igualdad, o al menos en contra de la discriminación legal, social y económica de la mujer. Blanca Viguer, según Coll Ferrer, fue quien precisamente el 14 de abril de 1931 “izó en el balcón del Ayuntamiento, la enseña de la República, dando vítores de alegría y alborozo”.

De ese tiempo de la II República ya se han señalado en MdQ algunos nombres de mujeres, que fueron después de la victoria por las armas del régimen franquista represaliadas. Afirmo como la Declaración de la Asamblea General de la ONU en 1946 que “en origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco es un régimen de carácter fascista establecido en gran parte gracias a la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini”, y considero por tanto a las siguientes como víctimas de su violencia política: 
Asunción Borredá Ferrer, la primera mujer concejal del ayuntamiento, en agosto de 1938, y represaliada por el franquismo. Josefina García Gonzálvez, represaliada por el franquismo y condenada a 30 años de prisión por “Auxilio a la Rebelión”. Dolores Juan Torres, represaliada por el franquismo y condenada condenada a 6 años y un día de prisión por “Auxilio a la Rebelión”. Carmen Sanahuja Salazar, represaliada por el franquismo y condenada a 4 años de prisión. Asunción Adelantado Barriel, maestra en Quart de Poblet expedientada por la Comisión Depuradora franquista. María Cisneros Rico, maestra expedientada por la Comisión Depuradora franquista. Aurelia Cerdá Gil, detenida y encarcelada por el franquismo. Elena Ponce Honrubia, detenida y encausada por el franquismo. Dolores Torres Olmos, maestra en Quart de Poblet expedientada por la Comisión Depuradora franquista
Aunque una de mis mayores satisfacciones como historiador ha sido participar en los trabajos de la Comisión Municipal de Memoria Histórica, que en 2016 acordó con la unanimidad de todos los grupos políticos sustituir los nombres franquistas del callejero por el de mujeres elegidas en consulta popular, también los que refiero merecen ser conocidos, honrados y publicados.



Pedro Gascón
Historiador




En Memoria de Quart se hace público el conocimiento de la Historia bajo una particular perspectiva: la de las personas comunes en su ámbito local. En Memoria de Quart se hace público ese conocimiento pretendiendo de la Historia una función social: aportar elementos de juicio sobre el pasado, para mejor entendimiento del presente, y en consecuencia, razonada proactividad en relación al futuro.