Ante el anunciado (como inminente) fallecimiento de Adolfo Suárez les propongo unos breves ejercicios de reflexión y memoria.
El primero, ciertamente cruel, es que imaginen que el hoy reconocido demócrata, pierde la vida... fusilado. Y que su cuerpo, en lugar de en honrosa sepultura, es arrojado en una cuneta perdida y olvidada. Y que su entierro, por aquello de la crisis y la contención del gasto público, no es sufragado por el Estado, sino por sus familiares y allegados. Y que mientras tanto, desde el partido del gobierno se afirma que lo único que pretende su familia con el entierro es obtener las subvenciones.
Adolfo Suárez perdió la memoria por culpa de la enfermedad, pero decenas de miles de personas, tan respetables y demócratas como él, o más, perdieron derechos, o la vida asesinadas por el fascismo. Y sus cuerpos siguen olvidados en fosas comunes.
Los apuntes que les propondré estos días tienen relación con Quart y la llamada Transición democrática. Pero hoy había que recordar lo que hubo antes.